Bovarismo: el sentir de la insatisfacción
Mi oda a una francesita insatisfecha mientras cuento qué es el bovarismo y por qué siento que la lectura nos regala la posibilidad de sentirlo.
Conocí Madame Bovary en mi primer año de la carrera, mientras dudaba si había elegido bien para mi futuro, una profesora presentó al libro como un clásico y yo no tuve otra opción que leerlo. Lo empecé sin expectativas y lo terminé enamorada de su protagonista. El libro fue publicado en 1856, como un retrato costumbrista de la sociedad francesa. Entre las hojas de La Revue de Paris, junto a la prensa cotidiana, Gustave Flaubert se escabulló en los hogares para narrar la historia de Emma, una mujer en la que se retrata el sentimiento de opresión e inconformidad que una dama del siglo XIX padece ante la imposibilidad de cumplir los deseos que añoró en su juventud: amar y ser amada fervientemente.
Cuando se cruzó en mi camino, su vestido seductor logró atraerme, sus ingenuas ilusiones me llenaron de empatía y su idolatría literaria me condenó a amarla. Luego de leerla, me obsesioné con ella y la idealicé con cada latido de mi corazón: cada palabra que escribí a su nombre me pareció incorrecta, cada punto, coma y cita la sentí un insulto a las líneas que retrataban su belleza. Me sentí el León del primer encuentro, el Rodolfo que recita los placeres con una mirada romántica, me volví Vargas Llosa de poca monta, porque Emma, totalmente consciente de lo que genera en otros, me sedujo y se coló hasta estratos más hondos de mi ser. Puede sonar como una hipérbole literaria con fines poéticos, pero al meterme en su mundo, en su mente y en sus deseos, sentí que me arrancaron la racionalidad y que me volví una más de sus amantes.
Pero dejando de lado mi amor por ella, es momento de que se las presente: Emma Bovary es una esposa provinciana ama de casa, que pasó toda su juventud soñando con el amor romántico, pero que luego de su boda, insatisfecha de la vida que lleva, sufre, miente, engaña a su marido y, finalmente, se suicida. Su muerte es el resultado del dolor anhelante de los deseos incumplidos, y eso la vuelve un concepto en el mundo literario.
La novela se encuadra en el movimiento realista francés de 1850, que se caracterizó por producir una representación detallada y objetiva de la vida cotidiana de la sociedad de la época. Aspecto antitético de la mirada romántica que posee Emma. Mientras aspira a un mundo sublime, excelso plagado de situaciones magníficas que observa desde la percepción romántica, la cotidianeidad burguesa (lo mediocre, el mundo vacío de los hombres sin aspiraciones), la condena. Esta dualidad es lo que converge en Emma, guiada por su propia brújula moral, creada por “libros, obras que van contra la religión” define y construye valores que se oponen a los reconocidos por la sociedad en la que vive.
¡Cómo añoraba los inefables sentimientos de amor que trataba de imaginarse a través de los libros! (…) ¡No importa!, no era feliz, no lo había sido nunca. ¿De dónde venía aquella insatisfacción de la vida, aquella instantánea corrupción de las cosas en las que se apoyaba?... Pero si había en alguna parte un ser fuerte y bello, una naturaleza valerosa, llena a la vez de exaltación y de refinamientos, un corazón de poeta bajo una forma de ángel, lira con cuerdas de bronce, que tocara al cielo epitalamios elegiacos, ¿por qué, por azar, no lo encontraría ella? ¡Oh!, ¡qué dificultad! Por otra parte, nada valía la pena de una búsqueda; ¡todo era mentira! Cada sonrisa ocultaba un bostezo de aburrimiento, cada alegría una maldición, todo placer su hastío, y los mejores besos no dejaban en los labios más que un irrealizable deseo de una voluptuosidad más alta.
- Madame Bovary - Tercera parte - Capítulo VI
Emma es dueña de una mente contrariada y llena de aspiraciones que solo puede disfrutar gracias a su imaginación o rompiendo la norma moral. Para liberarse del drama de su vida personal, corre tras sus deseos y se refugia en los brazos de amantes a los que idealiza. Y allí entre el calor de sus pechos, y la dulzura de sus besos, cree vivir una nueva exaltación sentimental, solo para volver a tropezar con la realidad, donde cesa la emoción, y la normalidad se tiñe de insatisfacción.
El desajuste entre lo que es y lo que desea, le genera insatisfacción. El choque del plano de la fantasía (los prototipos de las novelas románticas) que colapsa contra las deudas y la monótona realidad, exponen a Emma a todo lo que es inasequible, recordándole constantemente todo lo que no es, lo que no logró y lo que no tiene. Es en ese espacio en el que se da cuenta de que todo aquello que anhela le es imposible de lograr por su condición de mujer. Y allí, en la inconformidad de su infeliz vida provinciana, tiene lugar el bovarismo.
Si bien Flaubert no es el primer escritor en presentar personajes cuya visión de la realidad se ve distorsionada por su consumo de literatura, es el único síndrome que se asocia con la histeria, el egoísmo y la frustración, solo porque lo vive una mujer. Un señor, llamado Corvella (que audazmente se dedicó a hablar del suicidio femenino sin conocer nuestro sentir) al analizar este término afirma las que “sufrimos” de esta afección somos mujeres oprimidas por la sociedad e ilusionadas por el amor romántico. Según él no somos más que “lectoras ingenuas de la realidad”. Sin embargo este androcentrismo construido bajo una división jerárquica de sexos, pone en juego los prejuicios de nuestra mente y nuestra emoción, como si nuestro carácter como mujeres condenara a nuestras almas a la desilusión, perturbándonos tanto que vivimos insatisfechas por no poder diferenciar la ficción de la realidad.
Pero, en realidad, sabemos tan bien diferenciar la ficción de nuestro mundo hostil, que hacemos uso de los estándares literarios para darnos cuenta de que la cosificación a las que nos condena la mirada masculina en nuestro día a día no es todo lo que merecemos. Elegimos creer que el amor es devoto, dulce, que nace de una mirada cariñosa llena de admiración, porque nos da una perspectiva de lo que si merecemos, a lo que deberíamos aspirar.
Así es que afirmo: el bovarismo no es ingenua insatisfacción que nos hace ser egoístas porque no apreciamos a los hombres, si no que es la manifestación de la pulsión femenina por ser deseadas, que no nos permite aceptar las migajas del amor masculino. Para mí, el sentimiento bovarista es la herramienta emocional que nos dio la literatura para saber que merecemos ser anheladas por nuestra femineidad, sin ser cosificadas ni objetivadas, capaces de desear y exigir amor. Creo fervientemente que el deseo por ser amadas, por tener cosas lindas y por tallar nuestro destino lejos de los mandatos sociales han sido etiquetados como caprichos egoístas porque los hombres nos quieren suyas, nunca dueñas de nuestra propia voluntad, siempre subyugadas a complacernos con lo poco que nos pueden dar. Porque como mujeres debemos ser conformista y fáciles de satisfacer.
Gracias a Emma creo que una mujer que ha leído es un peligro (para nuestro mundo regido en la misoginia). Porque mi erudita, dulce y condenada Emma fue demasiado para un tiempo que le negó la felicidad. Porque ella fue una mujer deseante que amaba y actuaba, sin dejar que el silencio exigido la perturbara, que no se conformaba con ser apreciada, si no que sabía que merecía amar, pero sobre todo amarse, el problema es que no tenía las palabras correctas para expresarlo.
Sinceramente, espero haberles hecho disfrutar de este breve e ingenua introducción a Emma, espero que se den la oportunidad de conocerla, puede que la pluma de Flaubert sea algo tediosa pero, créanme, vale la pena leer el bovarismo de primera mano. Para mí ella solo se amaba más que a nadie más, pero solo pudo expresarlo con amor hacia otros.

Artículos que usé para escribir esta entrada:
Tesis Doctoral Xavier Corbella Fusté - 2019 : El suicidio filmado: tedio, bovarismo y muerte voluntaria de la mujer decimonónica en el discurso narrativo y audiovisual
Mario Vargas Llosa: - 1973: La orgía perpetua: Flaubert y “Madame Bovary”
qué hermoso retrato y explicación del bovarismo, more. gracias ❤️